lunes, 2 de mayo de 2011

Codigo de Infancia y Adolescencia




Todo está precariamente en manos de algunos establecimientos de reclusión, y del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, I.C.B.F, que vive danto tumbos de ciego; en los más de cuarenta años de existencia no ha definido su función frente a tan delicado tema. El Ministerio de Educación Nacional, está llamado para que con urgencia diseñe planes y programas en coordinación con las autoridades competentes que permitan el reintegro del menor delincuente al seno de su familia y a la sociedad.  Colombia se está convirtiendo en el País que arroja mayor número de adolescentes embarazadas sin que se vislumbre una solución clara a la vista.

¿Estarán conscientes los Señores Legisladores,  que en los actuales momentos tienen entre sus manos la misión más delicada que se les haya encomendado, como es la de proyectar el futuro de nuestra sociedad y del País, a través del Código de Infancia y Adolescencia?

Es preocupante tener que decirlo, pero quienes están involucrados en el tema se están enredando con la expedición y adopción de tan importante instrumento jurídico, que va a regular y a corregir en el inmediato futuro la inmensa cantidad de conductas atípicas y criminales que están cometiendo nuestros niños y jóvenes de todas las edades, sexo y estratos sociales,  que tienen escandalizada  las diferentes instancias sociales del País.

El proyecto de Ley 164/2010, - Código de Infancia y Adolescencia-, que cursa en el Congreso de la República, adolece de un sinnúmero de fallas tan protuberantes, que es hasta vergonzoso pensar que fue estructurado por los padres de la Patria y expertos en el tema. No se han hecho por ejemplo las investigaciones pertinentes en las regiones donde miles de niños y adolescentes, luchan por sobrevivir en medio de las bandas criminales, la violencia intrafamiliar, los trabajos forzados, la violencia sexual a que son sometidos, y otro sinnúmero de factores que los llevan irremediablemente a cometer delitos menores y horrendos crímenes como una forma de subsistencia en medio de la indiferencia social, porque han padecido el rechazo de sus padres y de la sociedad misma que se muestra indiferente frente al cúmulo de desgracias y dramas que viven día a día.

Sin desenmascarar y castigar las horrendas masacres cometidas en  presencia de menores por bandas criminales, cuando vieron asesinar en forma cruel y despiadada a sus padres, hermanos y demás allegados, sin que nadie se preocupara por brindarles asistencia psicológica con el fin de estabilizarlos, es totalmente imposible legislar sobre los escenarios atroces de su propia desgracia. De hacerlo, sería tan similar como el querer colocar vendas sobre una herida sangrante sin detectar los factores internos y externos que las producen y que todos los días la hacen más infecciosa y supurante.

Debemos aceptar que en Colombia siempre hemos  improvisado sobre el Código del Menor. Los que se han expedido no corresponden a la realidad social del momento, puesto que todos los días la delincuencia infantil se torna en situación tan crítica que se ha igualado con la de los más avezados criminales. Es preocupante ver  niños y niñas menores de edad ejerciendo el sicariato, ola prostitución, enrolándose en las más temibles bandas al margen de Ley, o desertando de los centros educativos para ingresar a la guerrilla, grupos paramilitares y de delincuencia organizada.  

Pensar en habilitar la edad del menor delincuente para que responda por los delitos cometidos a partir de los catorce años es todo un adefesio. Por qué no pensar más bien, que cuando un menor de edad delinque, la falla primariamente está en el hogar, posteriormente en las autoridades educativas a quienes el Estado las ha privado de ciertas prerrogativas e instrumentos pedagógicos para formarlos como ciudadanos de bien; finalmente es responsable la sociedad, que no actúa en estrecha colaboración con los organismos pertinentes para salir de semejante laberinto infantil y juvenil en que nos encontramos.

No olvidemos que los altos índices de suicidio infantil que se están registrando, es la consecuencia de la descomposición social que estamos viviendo. Lamentablemente, miles de hogares se han convertido para los niños y niñas en verdaderos laberintos de frustraciones y postraciones. Los hijos menores no aceptan el porqué los autores de su existencia, una día cualquiera los reúnen para informarlos que ha terminado la vida en común y que en adelante tendrán que vivir separados de uno de sus progenitores o de ambos, es ahí, donde empieza su drama de soledad, ansiedad y angustia, antesala para ingresar a las galladas de barrio e iniciar el recorrido por los caminos de la prostitución, drogadicción y delincuencia.

En términos generales, la delincuencia infantil y juvenil, requiere de todo un diagnóstico social aplicado, pero con un profundo estudio para cada caso en particular, en estrecha coordinación con los Padres de familia, Centros Educativos, Autoridades Civiles, eclesiásticas y Organizaciones  que sepan manejar temas críticos dentro de su entorno. “Educad al niño y no tendréis que castigar al hombre”

Es claro que el Estado no dispone de programas de rehabilitación y resocialización para los jóvenes menores y adolescentes delincuentes de ambos sexo

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